Las estrellas se citan en el cielo,
cogen el ascensor
y bajan lentamente a la piscina.
Sobre las nueve y media
iluminan el agua,
nadan sobre el reflejo de los álamos,
bucean por debajo del ciprés
y juegan a subirse al barco de la luna.
Las estrellas bañistas no utilizan
gafas de sol. No usan bronceadores,
ni beben fanta,
solamente navegan con sus cuerpos bronceados.
 Si las estrellas bajan a la tierra
para bañarse en las piscinas,
yo me pregunto entonces:
¿qué vemos por la noche nosotros en el cielo?
Hay quien piensa que todas las estrellas,
para bañarse en la piscina
sin que nadie lo note,
cubren el cielo de papel plata,
de cambios de leche
y de fuegos de azúcar.
Yo no lo sé. Pero en algunas noches
hermosas de verano,
mientras el mar se duerme y las ciudades
apagan sus ventanas
se me enciende una luz,
y pienso seriamente en las bombillas.
Cansadas de estar quietas,
de los ruidos y el ruido de las motos
las bombillas se van de vacaciones,
cogen el ascensor
y suben lentamente hasta los cielos
con ropa de turista
sobre las nueve y media,
flotando en el espacio,
ocupando el lugar que dejan las estrellas.
Pablo I.