El cerdito pequeño terminaba su casita de paja, y seguidamente el mediano su casita de madera. Pero el mayor todavía no había terminado su casa de cemento.
Mientras, el mayor de los cerditos trabaja para refugiarse del cazador, los otros dos se reían de él amargamente.
Finalmente el mayor terminó su gran casa de cemento, pero en ese momento divisaron al cazador y cada uno corrió a su casa.
El cazador venía con una gran escopeta que asustó a los tres cerditos. Apuntó y disparó a la primera casa, la del cerdito pequeño.
Las balas atravesaron limpiamente la paja, pero ninguna golpeó al cerdito que salió corriendo. Fuera estaba el cazador esperando al cerdito que lo ató con una cuerda y siguió.
La segunda casa era la del hermano mediano, la de madera. Apuntó y disparó e igualmente la casa atravesó, pero no alcanzó al cerdito que salió y corrió, donde el cazador lo esperaba y con una cuerda lo capturó.
La última casa era la del hermano mayor. Apuntó y disparó pero la casa no atravesó, y la bala rebotó.
Los dos cerditos atados observaban como el cazador disparaba repetidamente, sin resultado.
A continuación el cazador se fue hacia la casa y de un portazo la abrió.
La casa estaba sumida en silencio por el único sonido de la chimenea. El cazador entró sigilosamente, pero justo detrás, suya
estaba el cerdito mayor que se arrojó sobre el cazador, y una cadena le colocó.
El cerdito no lo liberó hasta que el cazador prometió no volver nunca más.
Había una vez tres cerditos que estaban siendo atacados por un lobo. El mayor de los cerditos empezó a hacer una casita y le dijo sus hermanos: haced una casita.
Le contestaron que no estamos jugando.
Cuando llegó la noche apareció el lobo y los cerditos se metieron todos en la casita del cerdito mayor.
El lobo: soplaré y soplaré, y vuestra casa derribaré. Sopló tan fuerte que la derribó.
Y los cerditos se cogieron las manos y echaron a correr y consiguieron escapar.