En un tiempo lejano, Alara fue fragmentada. Yo vivo en Naya. Naya es un lugar lleno de vida. Tiene árboles, plantas y todo está un poco húmedo (en resumen, vivo en una selva tropical).
Yo me llamo Silvestre, tengo el pelo de color verde pistacho, pero cambia el tono según el humor que tengo. Mis ojos son de color caramelo. Mi tez es color porcelana (¡he dicho de color porcelana, no que sea porcelana!).
Mi padre se llama Corazón Tenaz. Tiene el pelo oscuro y ojos verdes. Su tez es de color bronceado.
Mi madre se llama Acaicia. Tiene el pelo verde oscuro y ojos almendrados. Su tez es pálida de color blanco.
Como os he dicho, Alara fue fragmentada en cinco reinos: Bant, Esper, Grixis, Jund y Naya.
Mi padre me ha contado un millón de cosas. A mà me fascina Bant, con todos los arcángeles surcando el cielo.
Yo, interesada por todo lo que mi padre me habÃa contado, decidà ir a explorar el reino de Bant. Mi padre me dijo que si lo hacÃa,  a mi madre le romperÃa el corazón.
-Volveré pronto. No hay de que preocuparse- le dije.
El dÃa en que me disponÃa a marcharme, me encontré a un elfo llamado SombrÃo. TenÃa el pelo verde y una mirada seria.
– ¿Eres Silvestre?- me preguntó.
– Si- respondà un poco asombrada.
– Bien. SÃgueme.
Yo le seguÃ. SombrÃo me condujo a una casita y entró.
Al principio dudé pero al final seguà y entré.
– Bien, ahora podemos hablar.
SombrÃo me dijo que era mi hermano.
– Pero ¿cómo es que no lo sabÃa?
– Porque me llevaron lejos de este mundo- fue su respuesta- De todas formas, ¿a dónde vas?
– Me dirijo a Bant.
– Ah. Entonces te acompaño.
-¿Por?
– Yo también quiero ver Bant.
A la mañana siguiente, SombrÃo y yo partimos.
Al llegar a la puerta que conducÃa al reino de Bant, SombrÃo abrió la puerta y entró. Yo le seguÃ, curiosa. Al cruzar la puerta, và un montón de arcángeles surcando el cielo. Al pasar una arcángel llamada Luminosidad nos recibió.
Luminosidad tenÃa unas alas blancas y suaves, el pelo rubio y ojos azules.
Luminosidad nos enseñó Bant y nos explicó cada cosa. Entonces dijo:
– Enseñadme Naya.
– ¡Eh!
– Si, quiero ver Naya.
– ¿Seguro?- preguntó SombrÃo.
– Si- respondió Luminosidad.
Volvimos a la puerta que ahora conducÃa a Naya. Estábamos en Bant y la atravesamos.
A Luminosidad le encantó Naya, pero le disgustaba que estuviese húmedo pues eso le mojaba las alas.
Al despedirse Luminosidad nos regaló una pluma de sus alas. Nosotros en cambio le regalamos una flor tropical.
FIN
Maite