Tras sudor, entrenamientos de fútbol bajo el sol, dieron fruto; Alquería por primera vez en la historia se clasifica para el gran choque, lo que todo el mundo esperaba llega… ¡Alquería a la finaaaaaaaaaaaaaaaaaal!
Tras la primera parte de desesperación en el campo y en el banquillo; pocas ocasiones por nuestra parte y pocas también por el equipo contrincante, la posesión nuestra era a simple vista mayor que la de Sagrado Corazón pero aún así no llegaban los goles. Los balones que llegaban una tras otra vez a las manoplas de Pablo, iban blanditas, blanditas y fáciles de atrapar en un tiempo.
Los primeros 20 minutos fueron eternos y a la vez rápidos.
Cuatro minutos, a falta de que el resultado quedase “gafas” en el primer periodo, fueron estresantes; fueron eternos.
El partido estaba justo en el ecuador de su corazón, es decir, en la mitad exacta del partido, era mi turno, Pablo al banquillo pero no fue así; Jordi y yo hablamos con bastante brevedad por el motivo por el que no me sacaría en el último periodo de partido. Yo dándole toda la razón, le dije que era comprensible que no me sacara, ya que mis saques de meta son peligrosos, pero no para ellos sino para nosotros ya que mis saques de arco escasas veces llegan a su destino. La presión añadida, no me da más remedio a pensar que si me marcan, eso hace que yo no pueda fallar y no fallando, me motiva ya que mis entrenadores, compañeros o grada me apoyan diciéndome ¡qué buena Agus!
El partido seguía empatado, un ruido tremendo procedente de la grada, nos ponía más nerviosos de lo que estábamos.
El pitido inicial del segundo tiempo sonó; de centro sacamos. Como otras muchas veces, perdimos la posesión del cuero. Tras cinco minutos transcurridos desde el pitido inicial de la segunda parte, Miguel A. y Manuel, dejaron patente su calidad haciendo un “tiquitaca” desde el centro del campo desconcertando a la defensa rival dejándolos casi “tirados en el suelo”. Manu, por la banda derecha respecto a la meta de Pablo pegadito a la grada, y Migue A. en la banda opuesta, encadenaron una serie de pases perfectos metiendo a Miguel A. dentro de la línea de meta rival. El 1-0 estaba plasmado en el luminoso de nuestras caras. Minutos después Manu desequilibró el partido por completo en una jugada individual haciendo que el árbitro pitase esos dos pitidos de alegría o de tristeza. Manu se había ido de algunos, el portero, nervioso tuvo que hacer frente a la triste y mortal realidad de la definición de Manuel, dejando que el partido se inclinase aún más hacia el conjunto verde pistacho.
Ahora me tocaba a mi defender la portería. Unos minutos nos separaban de estar en la final, los nervios estaban a flor de piel. Sagrado Corazón sacaría de centro. Yo miraba el balón pidiéndole que no cruzase la línea de meta de Alquería.
El balón no me quiso hacer caso pero si no me hacía caso, yo tendría que alejarla y pararla, y eso es justo lo que hice. Intentó colarse hasta seis veces pero yo se lo impedí y Manu hizo un corte de un pase casi salvador que acabó la jugada en mis manos.
El primer susto fue en un uno contra uno del portero, ese balón, no tenía demasiado peligro ya que el delantero falló en el control y el balón se separó del delantero casi un metro.
El segundo susto fue un tiro desde la mitad del área discontinua y el punto de penalti: el tiro iba pegadito, pegadito a la escuadra y el poste izquierdo respecto a mi meta. No me tuve que esforzar al máximo para despejar el balón con los puños, no atrapé el balón por precaución.
Tercer, cuarto, quinto y sexto susto ocurrieron en una sola jugada: sacaron de esquina, al segundo palo para cabecear: el delantero ajustó el balón con la cabeza para que fuese a la mitad de altura de mis cuatro palos y ajustado al segundo palo empezando por mi izquierda en el partido, el balón fue interceptado por una “manita” mía, el rechace lo recuperó el mismo delantero esta vez, yo tirado en el suelo presioné el balón para que fuese fuera: era un pulso entre la pierna derecha del delantero y mi mano izquierda. El delantero se rindió y dio un paso atrás con el balón, el delantero chutó a portería semivacía ya que yo estaba tirado en el suelo desde la parada del cabezazo, el esférico fue al desviado a un defensa de Alquería por mi mano izquierda y la presión se esfumó ya que el partido finalizó minuto después. Entre lo que contaba, pararon dos oportunidades claras de gol: un penalti pitado por una mano a simple vista aposta que salvó un gol de Manu de “cucharita”, el penalti lo tiró Manu y lo falló enviándolo fuera, cinco faltas que nos hicieron y el árbitro pitó el tiro desde la línea discontinua. Miguel lo tiró al centro y lo falló.
Daba igual fallar esas oportunidades ya que ya teníamos la victoria en nuestras manos, ya nada podía impedir que ganásemos, éramos los campeones de las semifinales; ya todo daba igual, éramos los campeones… ¡SI! BATIMOS el RECORD de TODOS LOS años de ALQUERÍA, hemos hecho HISTORIA EN TODA ALQUERIA.
Por Agustín.