Más no pudo terminar porque al escuchar unos alaridos atronadores, nos dijo:
– Esperad aquí, y no os mováis; y dicho esto cogió, y con dos bolas de fuego en las manos, salió de la habitación.
Mientras tanto, nosotros dos nos quedamos mirándonos el uno al otro, y así al final nos quedamos mirando nuestros bolígrafos (casualmente los teníamos en la mano). A mí siempre me han gustado la astucia y la agilidad élficos, por eso pensé con todas mis fuerzas en una espada élfica, y mis dos «bolis» se transformaron en dos espadas curvas idénticas, mientras que a mi amigo se le veía ahora con un espadón de fuego enorme.
– No ha estado mal-, dijimos al unísono. La verdad, si fuesemos listos, nos hubieramos quedado en el rinconcito, pero a mí no me miréis, pues fue David el que salió primero, con un terrrible grito ensordecedor.
Pensé «se va a matar», pero bueno, no podía dejar que él se llevase toda la gloria de una muerte honorosa, ¿no? De modo que respiré hondo y…
CONTINUARÁ…
JAVIER.