Hace poco tiempo en la foresta de un bosque volvió a llover y digo volver, porque hacÃa ya diez dÃas que llovÃa sin parar. Los elfos estaban desesperados porque no habÃa comida, no podÃan salir a cazar ni recolectar bayas, ni hongos y además, estaba siendo asolado el poblado por una ola de peste negra.
Muchos elfos estaban muriendo y se percibÃa un hedor a cuerpos, solo habÃa una criatura posible para detener la furia de los cielos, el dragón oscuro de los vientos, podÃa escupir fuego al cielo y evaporar el agua.
El dragón tenÃa una larga cadena de espinas que le cubrÃa la parte superior del torso. Por supuesto, era negro como las escamas que le cubrÃan el cuerpo. De hecho solo tenÃa blancos los afilados colmillos y el globo ocular y sus largas y negras alas eran muy similares a las de un murciélago.
¿Pero quién iba a llamarlo? TenÃa que subir las escarpadas montañas, con la que estaba cayendo. Se reunió un consejo para elegir a alguien que se presentara a realizar la proeza.
-Yo- dijo una serena voz.
– ¿Quién ha dicho eso?- preguntó Sarahac, el jefe del consejo.
– Soy Armiser un simple campesino de la zona sur y además si no lo consigo, no perderéis ningún camarada- dijo el esbelto joven.
– No hijo- dijo la escandalosa voz de su madre y su padre al unÃsono.
– Tengo que hacerlo es mi deber en la vida- contestó con voz tranquilizadora Armiser.
Partió a la mañana siguiente cuando descubrió que habÃa cesado un poco de llover y echó a correr.
Pegándose mucho a los robustos troncos de los robles para que el espeso follaje tapara las gotas que se precipitaban del cielo con gran furia, una gota en el ojo podrÃa cegarle. Anduvo entre arbustos y florecillas que de las lluvias habÃan nacido.
Ando tanto que tuvo que parar a descansar en una roca que tenÃa un agujero, se acurrucó y se durmió. Al cabo de dos horas se despertó y tocó la roca y como era un elfo querÃa transmitirle su agradecimiento, pero la verdad era que no era lo que parecÃa, era una criatura de color anaranjado y la cara con aspecto de tigre pero de unas dimensiones asombrosas.
La criatura echó a correr tras Asmiser, pero parecÃa que los árboles querÃan salvar a el elfo porque le iban haciendo un pasillo que se cerraba tras él. Armiser no miró hacia delante, siempre miraba hacia detrás hasta que chocó contra una roca gigante. Era la entrada a la casa del dragón.
Armiser entró sigilosamente y le dijo al dragón:
– Hola amigo del bosque, tienes que ayudarme a salvar a mi pueblo.
– Lo haré, pero tú irás a mis lomos, – dijo la estrepitosa y grotesca voz del dragón.
Se pusieron en marcha. El dragón batió sus alas con fuerza y se alzó al viento, subió y subió hasta que lanzó una fuerte llamarada rompiendo las nubes y salvando al bosque. Pero cuando se dio cuenta de que Armiser no estaba, habÃa caÃdo y la habÃa atravesado una rama.
Pero el bosque siempre lo recordó como el mayor héroe de todos los tiempos.
Autor: Andrés