Crónica de «un día en Alquería»

A las siete en punto de la mañana me levanto de mi cama y me aseo. Estoy alegre, me espera un día en mi colegio, Alquería. Más tarde, salgo de mi casa en coche, todavía no se ha hecho de día. Estoy cansado, pensativo y me quedo adormilado sobre el blando apoya-brazos hasta que llego al colegio.

Al llegar, me levanto del asiento, cojo mi mochila y le doy un beso a mi madre o a mi padre y me voy dando un paseo por el precioso jardín del colegio, tan verde, tan colorido y tan acogedor, con sus ruidos de los pájaros cantado y el sol amaneciendo. Después, cojo una flor y me la guardo en el bolsillo derecho de mi pantalón para dársela a la chica más bella que encuentre.

Cuando entro, recorro el pasillo de secretaría y miro todos los carteles y anuncios que hay puestos. Más tarde, abro la puerta del comedor que me recibe con un gran ambiente, calorcito y sobre todo, me recibe con un olor maravilloso a tostadas. El olor me lleva hasta la mesa, donde tranquilamente, me siento a desayunar y a hablar con algunos de mis amigos. Luego, vienen nuestras cocineras, las mejores del mundo, a traernos esas tostadas de mantequilla que todos esperamos y nos las tomamos juntos junto a un vaso de leche y algunas galletas. Al terminar, después de dejar la taza y la servilleta en su respectivo sitio, me voy a jugar con mis amigos, o a dibujar, o también, a hacer deberes atrasados o que no me han dado tiempo a hacer.

Después viene el Teacher Manolo, profesor de inglés, bibliotecario y el que abre las puertas por la mañana para que podemos salir del comedor. Si hace mucho frío o ha llovido, nos vamos a las clases, si no, salimos a jugar al patio. Aquí noto el fresquito de una mañana primaveral y empiezo a correr velozmente para no parar de sentirlo. Al acabar el patio, todos nos dirigimos hacia las clases, que empiezan a las nueve.

Casi todos los niños de mi clase son muy educados, pero no todos, algunos se distraen jugando en vez de trabajar en clase. Yo creo que no soy ninguno de ellos, ya que me gustan mucho las clases, unas más que otras, pero me gustan. También, todos lo profesores me caen bien, pero como acabo de decir, unos más que otros. Por eso, un día en Alquería, mi colegio, es algo especial, es un día que se te pasa volando, o muy lento. Puedes tener días buenos y puedes tener días malos, pero siempre son días especiales, en los que a la vez de aprender, te diviertes con tus amigos o con tus profesores, con quien sea. Un día en Alquería es total, por eso, seguro que lloraría si me tuviesen que cambiar de colegio, por alguna emergencia o imprevisto, me pondría muy triste, no querría separarme de los amigos de toda una vida o de los profesores que me han enseñado y dado tantas cosas en la vida, no sabría, sería como una bomba nuclear apunto de explotar, no sabría expresarme.

Además, los profesores de Alquería son como amigos, compañeros. Te ayudan en todos tus problemas, sean de clase o no, a ellos son a los que busco cuando tengo algún problema.

Por eso, los niños que no van al colegio, son niños desafortunados, pero no solo porque no puedan aprender, sino también por todo lo que he explicado, no tener muchos amigos, no poder disfrutar, etc.

En teoría, a ningún niño le gusta el colegio, pero si lo miras en el fondo, el colegio es el sitio más chulo del mundo, un lugar lleno de fantasía, diversión y cosas nuevas.

En resumen, un día en Alquería, el colegio más chachi del mundo, es superchulo y te lo pasas genial, ya que allí hacemos cosas divertidas. Aunque si  os digo la vedad, a pesar de que sea el mejor colegio del mundo, muchas veces estoy deseando salir por fin al recreo para que me de el aire un poco en el cuerpo, después de dos horas sentado en una silla.

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Gonzalo

11 años

6º EPO