Viaje a Orce: tercer día

El tercer día ya se notaba el cansancio. Costó un poquito despertar a algunos, pero con la ayuda de los más madrugadores, que se disfrazaron y entraron a las habitaciones con mucha marcha…fue pan comido. Dejamos recogidas las habitaciones y nuestras maletas listas para el regreso.

Después del desayuno fuimos a visitar el castillo-alcazaba. El grupo de investigación del monumento, explicó las características más importantes y el museo que alberga. Entramos en la torre y estuvimos disfrutando de su patio de armas donde Aberto G. explicó parte de su conferencia sobre las fortificaciones y los elementos que tienen.

Luego visitamos el museo prehistórico de Orce, donde hubo una minuciosa explicación a cargo de las guías del museo y se pudo ver muchos fósiles de animales, el esqueleto de un tigre diente de sable, un trozo del cráneo del primer hombre prehistórico de Europa, un asta de ciervo, mandíbulas de hienas, el esqueleto de una elefanta… Allí puediron comprar el recuerdo de Orce.

Volvemos al albergue. Nos lavamos y aseamos. Después de comer nos llegó el momento de los premios a las habitaciones y…el fin del viaje.

Os habrán contado y relatado las aventuras y anécdotas. El viaje ha sido sublime, pero también algo agotador por tantas actividades ¡no paramos ni un minuto!

Mañana os pondremos una galería de fotos de todos los momentos, tenemos unas tropecientas y hay que hacer una selección.

Juanjo y Laura

Viaje a Orce. Segundo día: excursión a la atalaya del Salar y piscina en Fuencaliente

Después de una noche estupenda, en la que pudimos dormir a pierna suelta (jajajaja), y un desayuno energético, nos preparamos para nuestra excursión a la atalaya del Salar: gorra, crema solar, tente-empie, bañador, toalla y agua.

 ¡Comienza la aventura! Hacemos un recorrido pintoresco por el pueblo hasta llegar al camino que nos conduciría a la atalaya. Durante el recorrido a pie, por supuesto, tuvimos la oportunidad de admirar el paisaje, pasamos por la ermita de San Antón (explicación incluida) ubicarnos, reconocer montañas y diferentes elementos del paisaje con la explicación a cargo del grupo que la trabajó, así como observar la fauna del lugar (lo que más llamó su atención era los buitres que sobrevolaban la zona). Por fin se veía la atalaya, a lo lejos podíamos distinguir los destellos del yeso, que hacían de ésta caminata un momento maravilloso. En esta ocasión, los ánimos y las fuerzas de la mayoría del personal, nos impidieron llegar hasta ella. Así que algunos se quedaron con ganas de coger yeso, pero si tuvieron una buena explicación de lo que era una atalaya y su función.

Ahora tocaba volver, la piscina de Fuencaliente nos esperaba, pero las fuerzas flaqueaban (y eso que no habíamos hecho ni la mitad del recorrido). Nuestro compañero Pablo L. nos amenizó el trayecto con su paso del «pavo», que todos acabamos haciendo y riéndonos de tan absurda situación ¡EN MITAD DEL CAMPO IMITANDO UN PAVO!!! JAJAJAJAJAJA

Una vez allí…¡a comer! Devoraban los bocatas de tortilla, hacían el vacío en las botellas de agua y reponían energías con un rico plátano para volver al agua. Llega la hora de los juegos, y al mismo tiempo que unos  jugaban en el césped al juego estrella de este viaje «el conejo de la suerte» (para eso no había que organizarlos, ellos solitos lo hacían muy bien), otros disfrutaban de sus habilidades con los palos chinos, los diabolos, las cariocas, bolas… Llegó el momento de bañarse, para esto tampoco hubo que organizarlos!!! Sin saber muy bien cómo, nos encontramos con una marabunta de niños con el bañador puesto preguntando ¿nos podemos bañar? Ante esta organización impoluta, nuestra respuesta no podía ser otra. Después de un fresquito baño junto a los barbos (la condición era que había que lavarse el pelo) y una energética merienda, llega le momento de regresar al albergue y, con él, el de revisar toda la instalación de la piscina recogiendo calcetines, gorras, toallas y cremas olvidadas. Una vez preparados para el regreso, se nos explicó al grupo el origen de Fuencaliente, así como la ubicación de Orce y su comarca. El camino de regreso, a pesar de ser largo, fue muy ameno y llevadero a compañado de anécdotas, chistes, canciones, etc.

Otra vez momento ducha, pero esta vez ¡con lavado de cabeza incluído! Los turnos fueron más eficaces, ya se habían organizado la noche anterior, y ahora sí les pedimos ¡10 minutos para ducharnos! El día de antes tuvimos que hacerlo a las 2 de la madrugada, cuando ya todos dormían. Cuando nos disponíamos a darnos una buena y relajante ducha… nooooooo!!!! Había llegado la hora de cenar, así que la mitad de nosotros no pudimos ducharnos tuvimos que hacerlo mientras ellos cenaban, y luego cenar como los pavos porque ellos no tienen espera!!!

Bajamos a cenar y… ¡sorpresa! Empiezan las primeras cabezadas en la mesa, los primeros ojos entornados y los bostezos más grandes que podáis imaginar. A pesar de ello, se espabilaron cuando contamos la velada en la plaza, y estuvimos allí hasta las doce de la noche. Pero vuestros hijos no perdonan, y ahora querían la fiesta de chuches. Se organizaron fiestas en las habitaciones, que terminaron convirtiéndose en auténticas «discotecas» (luces apagadas, luz de linterna, muuuuucha gente y música en un altavoz).

Cuando el reloj marcó la una y media de la madrugada, cerramos el chiringuito y… a dormir!

Bueno, ellos que podían, porque otros tuvimos que recorrer las habitaciones de los niños en busca de cama libre pues las nuestras habían sido invadidas por algunos de ellos.

Una vez encontramos hueco….. shhhhhhh!!!!! a dormir.

Viaje a Orce. Primer día

El viaje de ida transcurrió con total normalidad y tranquilidad, tanto que algunos aprovecharon para dar una cabezadita antes de llegar. Una vez bajamos el equipaje, nos fuimos al albergue y nos distribuimos en las habitaciones tal como se habían organizado (aunque algunos y algunas, por diferentes motivos, terminaron cambiándose de habitación). Se pasó un tiempo con la emoción de la distribución de camas, colocar la ropa, conocer las otras habitaciones, etc.  Ya en la plaza del pueblo, se comunicó al gran grupo las normas para estar en el albergue, comedor, aseos, así como el recordatorio de la educación vial para desplazarnos por la localidad. Quedaron impresionados por la leyenda del castaño de indias transformado y llamado «tragalotodo», pedid que os la narren.

Almuerzo.

Por equipos, nos distribuimos un plano callejero de la localidad, hay que buscar lugares emblemáticos: la alcazaba (leyenda de su puerta secreta por donde se salía en caso de asedio), la iglesia, el palacio de los Segura y su explicación, etc. La actividad gustó mucho, buscar y localizar en el plano, seguir las indicaciones, encontrar el lugar.

Tomamos la merienda en la plaza del pueblo y nos dirigimos a las instalaciones del colegio, donde pudimos hacer juegos de malabares y populares.

Llegó el momento de la ducha, en el que tuvimos que «batallar» para que todo el mundo se duchara, no valía decir «¡yo me duché ayer en mi casa!».

Cena.

Nos abrigamos para la velada terrorífica. Algunos y algunas optaron por quedarse en el albergue: ¿sueño? ¿miedo?  Así que Laura fue «castigada» sin velada misteriosa y Juanjo, Jaime y Alberto acompañaron al gran grupo.

Sobre las once de la noche se planteó un juego, el elegido o la elegida, participaría en la actividad de luchar contra los miedos.

Entramos muy despacito para no llamar la atención de los espíritus del castillo y nos sentamos en el patio de armas para contar historias de miedo. Había otro grupo que contaba otras historias, chistes, etc.  De  los veinte participantes, sólo dos consiguieron el premio: entrar en la torre del castillo. Allí fueron entrando, se fueron sentando en las distintos espacios, con la única luz de la vela que llevaban en sus manos, en silencio… «Los sonidos de maderas cayendo dentro de la torre hacían gritar a los que estaban fuera, y la respiración de los espíritus hacía temblar la voz de los que estaban dentro». Una vez acabó el juego, todo el que quiso, subió a la torre para comprobar el riesgo y el valor de los elegidos.

Regresamos al albergue, y aunque ellos hubieran seguido la juerga, tenían que dormir. ¡Nos esperaba un duro día!

Juanjo y Laura