Bueno, pues parece que el curso sà que ha llegado ya a su fin. Hoy es la última entrada que realizaré como tutora de este especial grupo conformado por: Antonio, Carlos, Claudio, Dana, Eden, Eva, Estella, Hernán, Inés, MartÃn, Mateo, Nacho, Pablo, Silvia y Vega.
Con ellos, con «mis niños de este año», he tenido la oportunidad de seguir aprendiendo a ser profe, algo que parece que ya estuviese más que asentado, tras veinte años dedicándome a la enseñanza en la Educación Infantil dentro de este proyecto, pero siempre hay lugar para más.
El proceso de enseñanza-aprendizaje es un camino a recorrer junto a ellos, con adaptaciones, modificaciones, ilusiones, avances, frustraciones e incluso algún «desaprendizaje» que otro. La enorme satisfacción de acompañarles en el recorrido es también una gran responsabilidad, cuyo equilibrio debe estar siempre presente. Y sin vosotros familias… ¡IMPOSIBLE!
La programación presentada a principio de curso ha marcado nuestro quehacer diario, aunque hemos llevado a cabo un sinfÃn de propuestas surgidas del interés propio del alumnado y que nos han proporcionado experiencias muy enriquecedoras, asà como aprendizajes verdaderamente significativos.
La oportunidad de construir aprendizajes con nuestros compañeros y compañeras de ciclo, etapa e incluso con los más mayores del colegio, nos convierte en un proyecto que pone el foco en el desarrollo integral y competencial del alumnado, haciendo del acto de aprender un verdadero disfrute.
Os dejo algunos documentos fotográficos tan solo como muestra de algunas  vivencias de este curso (para verlas todas os aconsejo la lectura pausada del blog, yo la he hecho y la visión global es espectacular).
Para cerrar el curso y esta última semana tan especial en la que hemos tenido oportunidad de:
- Recordar nuestro paso por Infantil
- Desear algo para el grupo y las profes
- Expresar agradecimientos a los compañeros
Os dejo este bonito cuento acerca de la amistad, que os invitará a la reflexión a pequeños y adultos. ¡Espero que os guste!
El saco de la amistad.
Santiago entró en casa de los abuelos con un enfado tremendo – ¡ya no quiero ser amigo de Pedro!– Dijo mientras se apoyaba en su balón de fútbol favorito.
– ¿Qué ha pasado?-preguntó el abuelo Jesús.
Santiago describió con todo lujo de detalles una discusión que habÃa tenido con su amigo acerca del balón sobre el que se sentaba…
– ¿Entonces, ya no quieres volver a verle nunca?- insistió con firmeza  el abuelo.
– Bueno, no me importarÃa jugar con él…
– Es que la mamá de Pedro ha llamado para ver si querÃas pasarte esta tarde por su casa a ver una peli, pero como estáis tan enfadados no he sabido que decirle.
– Dile que sÃ, dile que sÃ, y me llevo el juego de construcción para que montemos un castillo mientras vemos la pelÃcula….
– Vale, vale, pues llamo a su madre y le digo que sÃ.
– Abuelo, a veces siento que no tengo amigos. Pedro muchas veces no me hace caso y sólo quiere jugar a lo que le apetece a él.
– Verás, Santiago, te voy a contar un secreto que sólo los ancianos conocemos. Es un secreto sobre la amistad.
A lo largo de mi vida me he encontrado con grandes personas, que se han convertido en mis amigos. Algunos se han quedado a mi lado durante muchos años, pero otros estuvieron poco tiempo junto a mà y, aún asà dejaron su pequeña aportación al saco de la amistad.
– ¿El saco de la amistad? – preguntó Santiago.
– Yo lo llamo el saco mágico de la amistad. Es mágico porque sólo tú lo puedes ver. Además, nadie puede decidir nada sobre tu saco, porque es personal e intransferible, es decir, tú decides quién entra y quién  sale de tu saco de la amistad.
Verás, Santiago, cuando yo tenÃa 8 años, los mismos que tú tienes ahora, me pasaba el dÃa buscando ese gran amigo que fuese siempre fiel, estuviese siempre de mi lado y fuésemos, como en las pelÃculas, inseparables. Pero por más que buscaba, no encontraba a esa persona especial que yo tenÃa en mente.
Mi abuelo, tu bisabuelo, siempre me decÃa que yo era muy afortunado, pues tenÃa muchos amigos que me apreciaban y siempre estaban dispuestos a jugar conmigo.
Me encantaba ir a casa de mis abuelos….
– A mà también me gusta venir a tu casa, abuelito.
– La abuela preparaba mi comida favorita y el abuelo me escuchaba y se reÃa con todas las historias que traÃa del colegio y, aunque en muchas ocasiones fueran invenciones mÃas, él siempre estaba atento a todo lo que yo contaba. ¡Él me entendÃa de verdad!
– Anda, pues lo mismo que yo…
– Además a mi abuelo y a mà nos gustaban las mismas cosas. Cuando salÃamos a caminar al monte, yo imaginaba que era un gran escalador y que Ãbamos por el Monte Everest, y el abuelo siempre me seguÃa en las muchas fantasÃas que me pasaban por la mente.
Asà fueron transcurriendo mis años de colegio y de niñez. Yo fui muy afortunado, porque tuve muy buenos amigos tanto en el colegio, como en la universidad, pero todo aquello pasó y mi vida, al igual que la de mis compañeros, cambió.
Algunos nos casamos y nos quedamos a vivir en la ciudad, otros decidieron viajar y se fueron a vivir lejos de aquÃ… y nunca más tuve noticias de ellos.
Conocà nuevos amigos y forjé nuevas amistades con las que disfrutar. Sólo mantengo una amistad de mi niñez, Mario, a quien conocà a los 5 años y nunca dejó de ser mi amigo, a pesar de las discusiones.
¿Sabes una cosa? Si hoy tuviese que hacer una lista de mis mejores amigos tú estarÃas entre ellos, Santiago.
– ¿De verdad? Pero yo soy pequeño, ¿no? preguntó Santiago extrañado.
– ¡Qué va! Y… ¿sabes quienes más estarÃan en esa lista?, pues mis abuelos, mis padres, mi amigo Mario, mi perro Curro, la abuela, mis nuevos amigos con los que juego al golf…seguro que me olvido de alguno importante, pero nunca me olvidaré de los imprescindibles y entre ellos siempre estará mi abuelo. Él cumplÃa todos los requisitos para ser un gran amigo: me sabÃa escuchar, se reÃa conmigo, me daba consejos aunque no me gustasen, y era capaz de soñar mis sueños…
– Pero los abuelos son muy mayores para ser amigos, ¿no?
– Dime Santiago, ¿qué amigo tienes que cumpla todo lo que yo te acabo de decir?
– Pues…Pedro, mamá, papá, el primo Carlos y tú.
– ¿Te das cuenta de lo distintos que somos todos los que formamos tu lista de la amistad?
– Si, tienes razón abuelo.
– En mi saco mágico de la amistad no hay una lista de amigos muy grande, pero sà que están aquellas personas en las que puedo confiar de verdad.
– En el colegio puedes jugar con todos los niños y niñas que te apetezca y de ti dependerá que pasen a formar parte de tú lista de amigos. No dejes de jugar y de disfrutar con otros compañeros y niños del barrio, porque es la mejor manera de encontrar nuevos nombres para tu saco mágico de la amistad.
– Abuelo, ¿sabes una cosa?
– Dime Santiago.
– Pues que ya estás dentro de mi saco mágico de la amistad.
FIN
Autora: Beatriz de las Heras GarcÃa (www.cuentosyrecetas.com)
Y ¿cómo iba yo a despedirme sin un nuevo vÃdeo especialmente dirigido a «mis peques»?  ¡ahà va!
¡FELICES VACACIONES! NOS VEMOS A LA VUELTA
¡OS QUIERO UN MONTÓN!
Vuestra profe Esther.