Queridas familias,
Por fin está aquí el montaje audiovisual de nuestra experiencia en la granja escuela Parapanda.
La edición se ha resistido un poquito, pero creo que el resultado muestra con todo lujo de detalles cada uno de los momentos vividos en nuestro viaje de fin de curso. Realizar el montaje me ha traído a la memoria mil y una anécdotas, que estoy segura vuestros peques os han contado ya o lo harán al visualizar las imágenes.
Vivimos unos días inolvidables de juegos, experiencias, convivencia y cercanía. Sin duda alguna ha sido una experiencia digna de recordar durante mucho tiempo, que ha proporcionado al grupo un gran bagaje en las relaciones sociales, así como de autonomía personal y grupal.
Crónica del viaje:
Nos montamos en el bus muy ilusionados y expectantes ante lo que nos esperaba. Por el camino fuimos leyendo todos los carteles indicadores que había en la carretera y que previamente habíamos visto en el cole, mediante el trabajo del mapa y la localización.
Nada más llegar allí dejamos nuestras maletas en las habitaciones … ¡un hotel! decían algunos, ja, ja, ja. Y nos fuimos hasta la jaima con nuestros monitores Álvaro y Azu. Nos contaron cómo era la granja, qué nos íbamos a encontrar allí, los animales que la habitaban, sus nombres, el porqué de ellos… Después tomamos un sano tentempié de fruta y pan con aceite y nos dispusimos a realizar un pequeño recorrido de identificación de los lugares más emblemáticos. El objetivo era proporcionar seguridad en los desplazamientos y aumentar la confianza ante posibles incertidumbres.
Como el calor apretaba y había otros colegios de visita, decidimos realizar los talleres interiores para resguardarnos un poquito del sol y así llevar a cabo las «tareas granjeras» más tranquilos por la tarde cuando ya nos quedamos solos. Pero antes nos fuimos hasta «el teatro» donde Álvaro nos contó una fantástica historia en la que los antiguos habitantes de granja (gnomos ) quedaron hechizados por un encantamiento convirtiéndose en piedra. Tan sólo Fermín, que ese día no estaba en la granja pudo librarse del hechizo y ahora cada vez que un colegio visita la granja, solicita su ayuda para cuidar de los animales. Mediante un dinámico juego de pistas y pruebas recorrimos muchos lugares de la granja, hasta salir de ella y dar con el gnomo Fermín. Pudimos verlo, aunque eso sí de lejos porque es algo tímido. A la vuelta almorzamos para coger energía y…
¡Yujuuu una granja para nosotros solos!
El primer taller consistió en la elaboración de un riquísimo bizcocho casero, que tomamos en la merienda de esa misma tarde. Nosotros ya estamos experimentados en realizar talleres de cocina, así que seguimos los pasos sin ningún problema (divididos en dos equipos para evitar la contaminación cruzada del gluten).
El segundo taller estuvo más relacionado con el tema medioambiental y creativo ¡fabricamos nuestro propio papel reciclado!. Usamos distintos trozos de papel usado, que rasgamos para convertirlos en más pequeños, añadimos un poco de agua, un chorrito de colorante y mediante una batidora industrial batimos muy bien la mezcla para integrar todos los ingredientes. Después añadimos unos pétalos de rosa secos, que otorgaron un precioso toque decorativo.
Aprovechamos los ratitos de «tiempo libre» para hacernos unas preciosas fotos individuales en las que salen guapísimos y guapísimas todos. Mientras Encarna y yo almorzamos, jugaron a reloj-reloj, pilla-pilla y otros juegos de movimiento.
Una vez se hubieron marchado todos los colegios, nos dispusimos a realizar las tareas granjeras correspondientes a la zona de los establos. Allí dimos de comer a los caballos (trueno y pelusa), cepillamos a la vaca (Margarita), visitamos a los burritos (castaña y noviembre), nos encontramos con que Lolita (la ternera bebé) se había escapado, fabricamos bolitas de cereales para dar de comer a los lechones (pin y pon), acariciamos a las ovejas recién esquiladas, perseguimos a los conejos y un sinfín de tareas granjeras más que nos tuvieron muy atareados gran parte de la tarde.
Antes de realizar el descanso previsto, visitamos la zona de la charca, en la que al día siguiente llevaríamos a cabo nuestro trabajo granjero ¡que habíamos ido para trabajar y disfrutar!, ja, ja, ja.
Tras refrescarnos un poquito, pasar por el baño y merendar, nos dispusimos a emprender la marcha hacia la montaña en la que se encuentra la antigua mina de plomo de San Antonio. El terreno era bastante irregular y el camino algo largo, pero estos peques están fuertes, así que conseguimos llegar sin ningún contratiempo. Una vez allí nos introdujimos en una pequeña cala, en la que nos encontramos una grata sorpresa ¡otro gnomo había sobrevivido al encantamiento del hada! la gruta estaba llena de velas y por las paredes pudimos observar estalactitas. El gnomo Osgualdofaldo no se dejó ver pero si contestó a muchas de nuestras preguntas y hasta nos gastó alguna que otra broma.
De vuelta a la granja, el cansancio parecía asomar un poco, pero una deliciosa cena y la ilusión por disfrutar de la velada nocturna, nos espabiló.
Tras la velada de juegos, canciones y bailes, nos visitó un mago que nos requirió ayuda para realizar una pócima mágica que … y allí que nos ofrecimos nosotros para buscar esos objetos por toda la granja, a oscuras y sin más luz que una pequeña linterna ¡qué valientes!
Una vez cumplido el objetivo llegó la hora de acostarse, así que tal y como habíamos ensayado en clase, guardamos la ropa sucia en nuestra bolsa de la maleta, nos pusimos el pijama y nos fuimos hasta el baño para asearnos un poco y lavarnos los dientes. Tras un espectacular desfile de pijamas… ¡a roncar!
Al día siguiente como fuimos muy madrugadores no sólo nos dio tiempo a hacer todas las tareas de granja en la zona de la charca sino que hicimos otro taller de cocina para tomar unos deliciosos roscos en la merienda ¡cuánta actividad!
En la zona de la charca pudimos ver patos, ocas, ponys (arabito), pavos, gallinas, faisanes (dorado y común), pavos reales y hasta una colmena. En ese espacio, muchos animales viven en libertada así que mientras nos afanamos en darles de comer nos acompañaban desde cerquita.
Cuando llegó la hora de descansar un poco antes de nuestra marcha, nadie quería irse de vuelta a casa, querían más y más, así que improvisamos una visita a la almazara. Aunque no es tiempo de recogida de aceituna y no la pudimos ver en funcionamiento, sí que observamos la maquinaria necesaria para la transformación de la aceituna en aceite, visitamos un pequeño espacio donde se lleva a cabo un taller de aceite de forma artesanal y por último descubrimos un poquito de la historia del olivo Lucio, la variedad que utilizan allí.
Como veis no nos faltó un detalle por hacer en nuestro viaje y pese a que todos querían quedarse, no tardaron ni cinco minutos en dormirse en el autobús de vuelta a casa.
Encarna y yo hemos estado encantadas con la experiencia y esperamos que la lleven en su recuerdo durante mucho tiempo.
Espero que os guste el vídeo y lo disfrutéis en familia.
¡Un fuerte abrazo!