Queridas familias,
El viaje a Parapanda ha supuesto para el grupo verde una reafirmación de su autonomía (individual y grupal), de sus valores, de las relaciones de amistad/compañerismo, y un aumento de su responsabilidad (intra e interpersonal). Todo ello gracias a una estrecha e intensa «convivencia granjera», pasando unos días inolvidables todos juntos y siendo, sin duda alguna, una experiencia digna de recordar durante mucho tiempo.
Los distintos montajes que os enlazo a lo largo de esta entrada, intentan mostrar con todo lujo de detalles cada uno de los momentos vividos en nuestro viaje de fin de curso. Aunque es justo decir que todas las anécdotas, experiencias, bromas, consuelos, risas, sorpresas, etc. que vivimos allí (Natalia y yo), se quedan en nuestra «mochila personal» de vivencias docentes, que es uno de los mayores tesoros que tiene esta profesión. El proceso de selección de todas las imágenes (han sido casi 500) me ha llevado a revivir muchos de esos momentos, sin poder evitar emocionarme en cada uno de ellos ¡Es difícil expresar el sentimiento de satisfacción y plenitud! pero así me siento en estos momentos.
Dejando a un lado «mis ñoñerías» ¡se nota que se acerca el fin de curso!… os dejo la crónica resumida de nuestro viaje:
Como pudisteis comprobar en la despedida del aparcamiento del cole, sus caras de ilusión por emprender el viaje lo decían todo.
Durante el trayecto fuimos leyendo todos los carteles indicadores que había en la carretera y que previamente habíamos visto en el cole, mediante el trabajo del mapa y la localización, pero la energía era tan desbordante que la algarabía era algo incontrolable.
Una vez en nuestro destino, el transporte de nuestro equipaje hasta las habitaciones y la visita a las dependencias principales, nos tuvo entretenidos un buen rato. César y Álvaro (nuestros monitores) nos hicieron algunos juegos de presentación, una simpática bienvenida y por supuesto un adelanto de todo lo que íbamos a conocer y vivir, en esos dos días.
Tras un tentempié de fruta y pan, dieron un pequeño paseo de reconocimiento, por las distintas dependencias de la granja. El objetivo era proporcionar seguridad en los desplazamientos y aumentar la confianza ante posibles incertidumbres. De esta forma también pudieron conocer qué alimentos les gustaban a los distintos animales, dónde conseguirlos y cómo vivían. Datos importantes a tener en cuenta para cuando nos tocase ir a alimentarles y cuidarles. Mientras Natalia y yo cerramos el programa de actividades, con la coordinadora, para aprovechar todo nuestro tiempo al máximo y que se adaptase a nuestra experiencia previa.
Como el calor no apretaba demasiado y había otros colegios de visita, decidimos comenzar nuestra aventura con la excursión por la montaña, para visitar una la antigua mina de plomo de San Antonio, que se encuentra en desuso, y así llevar a cabo las «tareas granjeras» más tranquilos por la tarde, cuando ya nos quedamos solos.
Tras una buena dosis de protección solar, nuestras gorras y una breve visita al baño … ¡nos vamos!
El camino era largo y nada fácil de transitar, pero demostraron ser unos auténticos senderistas y llegamos a destino según lo previsto. Al llegar a la entrada de la mina (algo estrecha, ya veréis en las fotos) debíamos «dejarnos caer» para pasar y una vez dentro, permanecer agachados ya que el espacio era bastante reducido. Decidimos entrar en dos grupos (caballos y conejos), así que mientras un grupo estaba dentro el otro disfrutó de un agradable ratito en la montaña. Ni que decir tiene que la cueva carecía de iluminación y tan sólo nos guiábamos por la luz de unas cuantas velas, dispuestas especialmente para ello y tres puntos de luz móviles que nos dieron, por seguridad. Una aventura en toda regla en la que demostraron su valentía e ilusión, a partes iguales. Pudimos llegar hasta el fondo de la mina, vimos arañas bailarinas, estalactitas, pedimos deseos tras caer sobre nosotros «lágrimas de gnomo» y nos manchamos un montón (las últimas lluvias hacían que el terreno estuviese resbaladizo y algunos tramos fue necesario hacerlos «arrastrando el culo».
De vuelta a la granja, un poquito exhaustos pero muy ilusionados, tan sólo hacían planear qué más cosas hacer, cuándo ver a los gnomos o enanitos que habitaban la granja…
Pero debíamos reponer fuerzas, así que decidimos tomar primero nuestro almuerzo, para continuar la aventura granjera con nuestra energía al cien por cien.
Para paliar un poquito el calor de esas horas del día, decidimos llevar a cabo un taller interio, relacionado con el tema medioambiental y creativo ¡fabricamos nuestro propio papel reciclado!. Usamos distintos trozos de papel usado, que rasgamos para convertirlos en más pequeños, añadimos un poco de agua, un chorrito de colorante y mediante una batidora industrial batimos muy bien la mezcla para integrar todos los ingredientes. Después colocamos la mezcla sobre un cedazo, presionamos con un paño, damos unos pequeños golpecitos y … ¡voilà! ya tenemos nuestro papel reciclado listo para secar (lo utilizaremos próximamente en clase, para un taller creativo-plástico).
Álvaro y César, nos contaron una fantástica historia en la que los antiguos habitantes de granja (gnomos ) quedaron hechizados por un encantamiento, de manos del hada Margarita, convirtiéndose en piedra. Tan sólo Fermín, que ese día no estaba en la granja (sino de expedición en la montaña) pudo librarse del hechizo y ahora cada vez que un colegio visita la granja, solicita su ayuda para cuidar de los animales. Mediante un dinámico juego de pistas y pruebas, recorrimos muchos lugares de la granja, hasta salir de ella y dar con el gnomo Fermín. Pudimos verlo, aunque eso sí de lejos porque es algo tímido y tras decir las palabras mágicas «Sinsalabín, que aparezca el gnomo Fermín».
A la vuelta merendamos para volver a coger energía y…
¡Yujuuu una granja para nosotros solos!
Junto a Ángela y Teresa, nuestras monitoras de esa tarde-noche, realizamos el siguiente taller, que consistió en la elaboración de un riquísimo bizcocho casero, que tomamos en el desayuno del día siguiente. Nosotros ya estamos experimentados en realizar talleres de cocina, así que seguimos los pasos sin ningún problema.
Una vez se hubieron marchado todos los colegios, nos dispusimos a realizar las tareas granjeras correspondientes a la zona de los establos. Allí dimos de comer a los caballos (Trueno y Pelusa), cepillamos a las vacas (Margarita y Mazuela), visitamos a los burritos (Castaña, Petunia y Noviembre), fabricamos bolitas de cereales para dar de comer a los cerdos (Pin y Pon), acariciamos a la cabrita (Luci), nos atrevimos a tocar al lechón (Babe), perseguimos a los conejos, observamos a las gallinas incubando y un sinfín de tareas granjeras más que nos tuvieron muy atareados gran parte de la tarde.
Antes de irnos a cenar visitamos la zona de la charca, pudimos ver patos, ocas, pavos, pavos reales, gallinas, faisán (común), un avestruz (Mochi), una burrita llamada Paquita y hasta una colmena. En ese espacio, muchos animales viven en libertad, así que mientras nos afanamos en darles de comer nos acompañaban desde cerquita. Ángela nos contó cómo vivían las abejas, cómo se organizaban en la colmena, porqué son tan importantes y algunos consejos prácticos a llevar a cabo si queremos conservarlas. Hasta escenificamos la polinización, con ayuda de algunos voluntarios.
Tras la cena, una velada con juegos al aire libre, y después una excursión nocturna por la granja, pusieron fin a una intensa jornada granjera.
Antes de irnos a dormir nos fuimos hasta la jaima, donde el hada Margarita nos contó un emotivo cuento que nos haría tener sueños felices. Una vez cumplido el objetivo llegó la hora de acostarse, así que tal y como habíamos ensayado en clase, guardamos la ropa sucia en nuestra bolsa de la maleta, nos pusimos el pijama y nos fuimos hasta el baño para asearnos un poco y lavarnos los dientes. Tras un espectacular desfile de pijamas… ¡a roncar!
Al día siguiente, como fuimos muy madrugadores, desayunamos súper rápido y organizamos nuestro equipaje en un periquete, nos dio tiempo a hacer dos talleres más, además de hacer todas las tareas de granja que nos quedaron pendientes y visitar la zona del invernadero.
Uno de ellos consistió en fabricar unas «bombas de semillas», que nos ayudarán a repoblar algunas zonas de nuestro parque. Para ello tuvimos que aprender la proporción exacta de agua, arcilla y semillas, visitamos la colonia de lombrices que tenían en la compostera (que por supuesto también nos regalaron para reactivar la nuestra del cole) y nos manchamos muchísimo, ja, ja, ja. El otro taller fue de cocina, para elaborar unos deliciosos roscos que tomamos en la merienda y que también pudimos llevarnos a casa a la vuelta del viaje ¡cuánta actividad!
Tras el almuerzo las fuerzas ya flaqueaban y aunque teníamos prevista una breve visita a la almazara, los ánimos no acompañaban mucho. Decidimos entonces quedarnos en el interior (debido al calor) e intercambiar impresiones sobre todo lo vivido, recoger nuestros trabajos de los talleres y jugar un ratito.
Como habréis leído (y ya os habrán contado vuestros peques) no nos faltó un detalle por hacer en nuestro viaje. Volvimos realmente cansados, pero muy contentos y satisfechos de la experiencia vivida.
Natalia y yo disfrutamos muchísimo también, así que deseamos que recuerden esta «primera noche fuera», durante mucho tiempo.
Espero que os hayan gustado los vídeos y los disfrutéis en familia.
Un abrazo,
Esther Justicia.