Hoy os cuento un poquito acerca de nuestros primeros pasos en la iniciación de la práctica de Mindfulness en el aula.
Hasta ahora hemos tenido tan sólo una pequeña toma de contacto, mediante algunas prácticas formales/informales relacionadas básicamente con la postura, la respiración y los sonidos.
En las siguientes sesiones nos vamos a ir familiarizando con la postura que preferentemente utilizaremos en nuestras prácticas diarias. Una vez que la tengamos más o menos clara (cuesta un poquito mantenerla) haremos un pequeño ejercicio para conocer «el ancla de nuestra respiración». Ayudados por el gong llevaremos a cabo tres inspiraciones, de manera que podamos localizar si notamos más el aire en nuestro pecho o en nuestra barriguita. De esta forma traeremos nuestra mente al momento presente, estando atentos/as a la respiración. Poco a poco iremos consiguiendo que nuestra respiración sea diafragmática-abdominal y realicemos las inhalaciones siempre por la nariz y las exhalaciones siempre por la boca.
Cada día pondremos el foco en un aspecto distinto, relacionado con nuestra propiocepción e interocepción. De igual forma alternaremos las prácticas formales, a primera hora del día, con las informales que puedan darse en distintos momentos de la jornada. Nuestro objetivo es ir practicando a lo largo de todo el trimestre para poder implementar la práctica de forma sistemática a partir del segundo trimestre.
Hemos tenido oportunidad de hablar, en distintas asambleas, de la diferencia entre realizar ejercicios que favorezcan o induzcan a la relajación y los que nos proporcionan un entrenamiento de la atención. De hecho no es necesario cerrar los ojos para practicar Mindfulness, solo en caso que las distracciones externas nos impidan concentrarnos.
“La habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso se ha vuelto un aprendizaje crucial en la vida diaria”. Daniel Goleman.
Las necesidades diarias que se nos presentan son innumerables, algunas íntimamente relacionadas con los aspectos más básicos de higiene, alimentación o sueño. La no cobertura total de las mismas desencadena en la inmensa mayoría de las ocasiones situaciones de frustración difíciles de afrontar.
Hasta llegar casi a la pre-adolescencia el adulto ejerce como cerebro auxiliar, que identifica de forma consciente esas necesidades y acompaña en el aumento de la riqueza emocional. Por tanto debemos analizar si nuestra inteligencia emocional está desarrollada hasta el punto de ser referentes y acompañantes de nuestros peques.
Con adultos conscientes conseguiremos niños y niñas atentos, así que os animo a vivir la vida con consciencia. Que no es más que darse cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor y en nuestro interior.
No olvidéis que no debéis juzgar ni valorar las prácticas con ellos, ya que puede confundirlos. Les llevará a pensar que deben estar atentos y presentes durante todo el tiempo, y no se trata de eso. Ser conscientes que nos «hemos ido» y volver a lo que estamos haciendo con cierta amabilidad y sin juzgar, es mucho más positivo.
¡Otro granito de arena, en esta aventura de educar!
Esther Justicia.