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La realización del autorretrato es una de las tareas que contribuyen al proceso de autoconocimiento. Es un ejercicio complejo en el que cada alumno se proyecta en una imagen, que además realiza él mismo.
¿Coincide la imagen mental que tengo de mí con lo que dibujo? No siempre es así, pero las estrategias gráficas que paulatinamente van adquiriendo les ayudan a ello.
Paralelamente a los procesos gráficos, concurren las circunstancias de aceptación de mis peculiaridades. ¿Acepto que mis orejas parezcan grandes o mi nariz pequeña? Estos dientes tan desordenados, ¿serán siempre así? Voy al espejo y me miro, de paso me cambio el peinado por si me favorece. ¿Tengo que dibujarme estas pecas?
La frescura de los dibujos en el primer ciclo, da paso a la inquietud por el resultado en el segundo y el nerviosismo por ajustarse a la realidad, en el tercer ciclo.
Aunque cada niño sigue su propio proceso, en general, es una actividad que desata muchas emociones. La imagen que tienen los demás sobre mí me afecta, de esta forma cualquier comentario que hagan sobre mi dibujo me hace dudar. Otras veces juzgo como espectador el resultado de mi trabajo “ Si parece que soy mayor” comentaba una alumna de primero. “ Parezco que soy un adulto” decía un alumno de sexto.
Cada año guardo sus trabajos, en sexto curso, cuando estamos trabajando el autorretrato, se los doy. Es un momento mágico, muy difícil de describir. La emoción se apodera de ellos, cada trabajo que reciben desata algo de nerviosismo, alegría, expectativas…
Les doy una cartulina y lo organizan. Esta es su evolución:
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Ana Martín