¡Por fin nos ha tocado arcilla! Los alumnos de quinto expresaban su entusiasmo el día que les tocó manipular la arcilla. Bueno, les pasa a todos los grupos. Los de sexto aún están esperando.
Cuando comienza el curso los alumnos me demandan su libreta de artística y la arcilla. El proceso del trabajo con la arcilla es lento. Comienzo por los más pequeños, los de primero y cuando sus trabajos completan todo su proceso de elaboración y cochura, la arcilla va recorriendo todos los cursos.
Les encanta manipular la arcilla. Tienen que esperar varios días hasta que sus trabajos salgan terminados. Los modelan, esperamos a que se sequen, los cocemos en el horno cerámico a 980º, los esmaltamos con pigmentos y esmalte transparente y los volvemos a cocer. A veces pueden pasar varias semanas. La arcilla les enseña a saber esperar, a percibir procesos lentos tan contrapuestos a los ritmos acelerados que vivimos día a día, aún así. la arcilla es su material favorito.
Les enseña otras muchas cosas, mientras trabajan, pueden hacer lo que quieran, pero no de cualquier manera. Hay que tener en cuenta el grosor, el vaciado, el pegado, el control de la humedad… toda esta tarea se une a la idea inicial de llevar a cabo lo que sus mentes han proyectado. En muchas ocasiones hay que superar la frustración e integrar la lentitud de todos los procesos que la tarea requiere.
En este proceso alquímico de convertir el «barro» en cerámica, intervienen los cuatro elementos de la naturaleza, la tierra, el agua, el aire y el fuego. ¿Puede que esto les resulte tan atractivo?
Por último la magia de los esmaltes que experimentan un gran cambio cuando salen del horno.
El ser humano y concretamente la infancia necesita del asombro para sentir la motivación, el atractivo por una tarea. Experimentar ese sentimiento que, ante algo a veces enigmático como son los cambios en el proceso cerámico, les desafíe en la comprensión de una tarea que trasciende los límites imaginados.
Ana Martín