La clase de primero se ha llenado de emociones. Ya durante la semana había aparecido entre ellos, la emoción del miedo. Miedo a los monstruos, miedo a las pesadillas.
Reales o imaginarios cada niño reacciona de una forma diferente. Para algunos la reacción ante los miedos se convierte en pesadillas, otros se posicionan ante ellas con cierto desdén o se buscan estrategias para burlar a los monstruos cuando aparecen.
En este clima de emociones decidimos dibujar rostros que expresen diferentes emociones positivas, negativas o incluso aquellas que son un tanto ambiguas como la sorpresa.
Las expresiones faciales asociadas a una emoción particular se han desarrollado en el ser humano, en respuesta a alguna razón específica. Fueron útiles para ayudar a nuestros ancestros a sobrevivir y se han perpetuado en la especie humana adoptando un carácter universal. Las expresiones evolucionaron, se convirtieron en parte del lenguaje no verbal y cumplen una función social.
Enseñar a los niños a reconocer y gestionar sus emociones, les permite incrementar la percepción de control sobre lo que les ocurre. Compartir las emociones con los demás es fundamental. Perciben que a otros compañeros les ocurre lo mismo. Interaccionan con experiencias comunes que les ayudan en su desarrollo como grupo, además es fundamental para un adecuado desarrollo de su autoestima y autoconcepto.
Ana Martín