Siempre os cuento que la arcilla es uno de los materiales más demandados por los alumnos. El grupo de sexto ha aprovechado su última sesión de modelado, para dar rienda suelta a su imaginación y crear libremente.
La mayoría muestra un gran nivel de modelado y se atreven a hacer diferentes esculturas. Algunas de ellas, a pesar de su buena ejecución, no pasaron el examen del horno. Las piezas en el proceso de cochura, muchas veces se rompen. La principal causa son las burbujas de aire que con el calor tienden a salir y rompen las paredes. El grosor inadecuado y el comprimir la arcilla inadecuadamente está en la base de estos fallos.
Aunque parezca una simple actividad manual, el trabajo con la arcilla requiere de una serie de requisitos técnicos necesarios para que las piezas no se rompan: control de la humedad, la maleabilidad, el grosor, el pegado de las piezas, el vaciado …. son muchos los factores técnicos que deben tener en cuenta, además de llevar a cabo la idea inicial que habían proyectado.
A pesar de todo ello, les encanta y en general les proporciona una «visión» diferente a todas aquellas técnicas y procesos de rápida ejecución. La arcilla, para convertirla en cerámica requiere de perseverancia y paciencia, cualidades muy necesarias para cualquier otra actividad.
Estos trabajos de personajes esféricos con pinchos responden, para las alumnas que los han creado, a peces globo también denominados puercoespines de mar; curiosamente considerado el tercer vertebrado más venenoso del mundo. No se porqué lo eligieron pero al verlos así de juntos me han recordado al cuento de los Erizos y la convivencia.
Como colofón a este periplo de producciones con ellos, me complace compartirlo con vosotros.
«Durante la era glacial, muchos animales morían por causa del frío. Los puercoespines, percibiendo esta situación, acordaron vivir en grupos; así se daban abrigo y se protegían mutuamente. Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos, justamente a aquellos que le brindaban calor. Y por eso, se separaban unos de otros. Pero volvieron a sentir frío y tuvieron que tomar una decisión puesto que desaparecerían de la faz de la tierra sino aceptaban las espinas de sus vecinos.
Con sabiduría, decidieron volver a vivir juntos. Aprendieron así a vivir con las pequeñas heridas que una relación muy cercana les podía ocasionar, porque lo realmente importante era el calor del otro, y así sobrevivieron.»
La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, es aquella donde cada uno acepta los defectos del otro y consigue compasión para los suyos propios. Donde el respeto es fundamental.
Ana Martín