En nuestro jardín es muy significativo la presencia del tronco muerto, o más bien «dormido», así lo calificaron los alumnos de segundo. Me pareció genial este cambio de nomenclatura. El árbol dormido tiene una posibilidad de vida latente, aunque sólo sea en la imaginación de nuestros alumnos. Cuando están en ese lado del jardín, el tronco es un elemento esencial de sus juegos dando cobijo a multitud de fantasías. Nos proponemos una intervención en su superficie y devolverle el beneficio que día a día nos concede.
Salimos al jardín para dibujar en la libreta de artística el aspecto actual del tronco. Captamos su aspecto desde múltiples posiciones, aún así en estas edades predomina la imagen mental que se tiene de ese elemento. Ya en clase coloreamos el dibujo recreando cómo sería la decoración que cada uno se imagina.
Posteriormente pintaremos sobre la superficie de madera lo que hemos dibujado en el cuaderno. Para hacernos una idea de la dificultad, les proporcionamos un cartón y ceras para que ensayen y perciban el hecho de pintar sobre una textura diferente.
Además hicieron un ensayo en los pequeños troncos que tenemos en el patio.
Tuvimos algunos días de lluvia, la humedad no nos permitía trabajar. Mientras, estuvimos trabajando con el color y en otra sesión imaginamos cómo fue el árbol en su juventud. Además de las ramas y hojas, su entorno se pobló de vida.
¡Por fín llegó el día para pintar!
Los diseños iniciales fueron variando para adaptarse a las ceras y tizas con las que trabajaron. La imaginación se desplegó y dejamos nuestro tronco bellamente decorado.
Ana Martín