Comenzamos la sesión emulando nuestra forma de dormir. Nos situamos en la alfombra respondiendo a la premisa: así dormimos.
Poco a poco, atendiendo a mis indicaciones se van despertando, imitando las posturas que normalmente adoptan. Algunos tratan de ser fieles al tiempo y a los ritmos de su despertar, otros les añaden algún efecto de fantasía.
Les gustó la idea y quisieron mostrarnos, uno a uno, cómo se despertaban. Este juego se prolongó puesto que algunos nos mostraron incluso, cómo es el despertar de sus mascotas.
Nos situamos en parejas y hacemos el juego de las marionetas. Desarrollamos la atención y la coordinación para lograr acompasar los movimientos a las directrices del compañero.
Pasamos a imitar el movimiento de los compañeros que se situaban en el centro de la alfombra. Todos nos ofrecieron sus opciones de movimiento. El ritmo de actividad se iba acrecentando.
Para finalizar la sesión les proponemos hacer improvisaciones en pequeños grupos. Les damos un tiempo para que cada grupo se organizase, antes se habían provisto con algo de ropa y algún que otro atrezzo para usar en sus actuaciones.
Mientras actuaban, sin diálogo, sus compañeros permanecían en la alfombra como espectadores.
Tras la actuación, intervenían y adivinaban el tema que sus compañeros habían desarrollado en la improvisación.
Como objetivo, nos planteamos lograr una experiencia basada en el juego y en el protagonismo de los niños que posibilite la expresión personal y enriquezca sus experiencias comunicativas.
Tratamos de proporcionarles un espacio de exploración personal y colectiva, donde puedan compartir experiencias que impulsen su capacidad creativa. La dinámica de juego genera situaciones de creación, de descubrimientos vitales que se sustentan en la falta de rigidez que surge de los momentos espontáneos. El mundo adulto trasmite a los niños rutinas, en las que incluso el tiempo libre está programado, dejamos pocos momentos para la improvisación.
Ana Martín