El autorretrato, en el grupo de sexto, supone un gran desafío personal. El curso pasado, la mayoría mostraban la necesidad de ejecutar su dibujo de forma realista. Ahora es para todos una necesidad ineludible y auto-impuesta. Para conseguirlo, toman medidas de su cara representada en una foto; hacen varios bocetos; aplican lo que aprendieron sobre las diversas partes del rostro; repiten el trabajo, si lo consideran necesario. En lo que se muestran cautos es en la aplicación del color, por eso sus dibujos aparecen tenues o incluso en blanco y negro.
Durante el proceso, van superando el miedo a que su dibujo no cumpla sus expectativas, a no reconocerse en él. Algunos comentan: -¡Si me parezco a mi hermano!-, -¡Este no soy yo, es mi padre!-. Observando sus trabajos parece que abrimos una ventana al futuro. El autorretrato es uno de los temas más difíciles a los que ha de enfrentarse un artista. Los alumnos de sexto, han plasmado los rasgos físicos de su rostro; y aún partiendo de la pose hierática de su foto, observando sus ojos, cada mirada me trasmite una expresión diferente.
Para concluir las alusiones a los autorretratos literarios, he escogido el autorretrato, que a modo de epitafio, escribió el poeta chileno Nicanor Parra. Me llama la atención la inclusión de sus progenitores, la combinación de lo físico y lo psíquico en un tono de autocrítica. Por un lado, resulta cómica la descripción de su físico y dual la de su psique, casi burlesca.
De estatura mediana, Con una voz ni delgada ni gruesa, Hijo mayor de profesor primario Y de una modista de trastienda; Flaco de nacimiento Aunque devoto de la buena mesa; De mejillas escuálidas Y de más bien abundantes orejas; Con un rostro cuadrado En que los ojos se abren apenas Y una nariz de boxeador mulato Baja a la boca de ídolo azteca -Todo esto bañado Por una luz entre irónica y pérfida - Ni muy listo ni tonto de remate Fui lo que fui: una mezcla De vinagre y de aceite de comer ¡Un embutido de ángel y bestia!
Obra gruesa, Nicanor Parra, 1969.
Ana Martín