Como os venimos contando a través de este blog, el juego al aire libre es una de nuestras actividades favoritas. Los juegos en el parque, la actividades en la granja y en el huerto, o las mini-excursiones al jardín, hacen que nuestros niños y niñas estén en contacto con el mundo que les rodea, con su entorno más cercano.
Tocar la tierra, gatear en la arena, coger piedras o pisar hojas secas forman parte de las experiencias que contribuyen al desarrollo de la motricidad del niño, de la organización de estímulos, de ese almacén de datos con los que construir su mapa del mundo exterior. Cuanto más contacto tengan nuestros niños/niñas con la naturaleza, más sanos estarán. Se trata de una necesidad vital del ser humano que no podemos perder de vista, es más, que debemos fomentar.
Debemos ser conscientes que los juegos, la expresión emocional y artística, la alimentación y la sexualidad van a estar directamente condicionadas por el modelo educativo que ofrezcamos a nuestros pequeños desde edades muy tempranas; los juegos en el suelo, mancharse de barro, mojarse, tocar pinturas con las manos, meter los dedos en mantequilla o gelatina, o explorar su propio cuerpo, son algunos ejemplos de las actividades que debemos animarles a realizar para que alcancen un positivo desarrollo madurativo.
En nuestro parque hoy hemos planteado una actividad experiencial en la que «preparamos la comida de las gallinas» amasando el pan duro con agua ayudados de cubos y palas. Motricidad, experimentación, medioambiente, responsabilidad…, todos estos son los objetivos planteados con esta sencilla acción.